LAS
CIUDADES Y EL VINO.
Como decirle acerca de esta ciudad si cada vez que la
recuerdo, su aroma vuelve a mí mente, cómo no recordar si que desde que
entré por sus árboles gigantes de vid,
entrelazados formaban un arco indescifrable, al igual que sus ramas estaba dividida la cuidad y la entrelazaban de manera
paralela cuatro ríos, el amanecer transparente, helado, todos con gorros y orejeras, la media de un tono almendrado y con un fino aroma que de apoco te va abrazando, sus almendreros
lo respetaban tanto que solo bebían de sus aguas hirvientes para algún remedio
en especial, dolor físico, en esta Salomé de ardientes ríos historias
increíbles llenas de relatos que la verdad
no parecían de esta época que contaban los que, nadaban
en el atardecer y que por una u otra razón bebían de sus torrentes turbios,
tibios tintos- cafés , cuando caían en la noche, por penas del corazón de
muchos de ellos no se volvía a saber nada, y los que lo superaban quedaban con
el aroma, impregnado en su cuerpo de por vida
y ya quedaban bautizados como los hijos
de la noche, donde podían nadar
en sus aguas tranquilamente sin que nada les pasara.
Lo cierto que es que en el centro salome, una pila de tres pisos causaba una fuente
constantes de los cuatro ríos, donde al medio
día y sin nubes en el cielo, se pueden apreciar los cuatro colores de
cada uno de ellos, para que decir más de esto, si sus habitantes depende del
rio que cruce cerca a si es su ánimo y amabilidad, desde los fríos, no tan fríos pasando por los tibios, hasta los calientes y fiesteros que todos los días vivían de alegría en
alegría, de fiesta en fiesta.
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